Según algunas leyendas, el mar es la morada de todo lo que hemos perdido, de todo lo que no hemos tenido, de los deseos frustrados, de los dolores, de las lágrimas que hemos derramado.
(Osho)
Somos humanos y nos define la capacidad de articular sonidos para hablar. Nos interesa, sobre todas las cosas, comunicar a otros nuestras ideas y sentimientos, pero sobre todo intenciones y reacciones, alertas, auxilios, necesidades concretas para algo tan básico como la supervivencia… y eso lo compartimos con los animales y también con el mundo vegetal. Más allá todavía: lo compartimos con los elementos: con la tierra, con el aire y con el agua.
Hoy queremos profundizar en la relación entre la comunicación y el agua, concretamente de las masas de agua más impresionantes del planeta: los mares. Nos centraremos en lenguajes concretos: el que ha inventado el hombre para comunicar noticias sobre el mar y sus estados y el propio de las aguas oceánicas: su cambiante aspecto y señales para hacernos partícipes de su estado de ánimo.
El idioma del mar es una de las formas de comunicación más poéticas que nos podemos imaginar en close. Con la llegada del verano, algunos de nosotros nos preparamos para pasar más horas que de costumbre admirando su belleza. El mar nos sugiere calma o nos invita a cuidar la salud, pero también nos transmite imágenes de furia, vida salvaje y poder desmedido de la naturaleza. Gran parte de la humanidad vive estrechamente relacionada con el agua, sin olvidar que la vida misma se originó en su interior. Por lo tanto, hemos tenido que aprender qué nos cuenta el agua y nos hemos especializado en contar cosas sobre sobre ella.
En la novela Océano mar (Anagrama, 2005) de Alessandro Baricco se narra la vida de distintos personajes que habitan una solitaria posada a orillas del mar. En ella el autor italiano afirma:
El mar encanta, el mar mata, conmueve, asusta, también hace reír, a veces desaparece, de vez en cuando se disfraza de lago, o bien construye tempestades, devora naves, regala riquezas, no da respuestas, es sabio, es dulce, es potente, es imprevisible. Pero, sobre todo, el mar llama.
¿Nos acompañáis en esta interesante travesía?