En el año 2025, pedir tiempo de calidad suena casi como desear una cafetería sin wifi en el centro o paciencia para leer las decenas de mensajes que se acumulan en el móvil: un gesto tan noble como inútil. La vida actual ha convertido el tiempo en un recurso que escasea por falta de horas y por exceso de “ruido” que nos envuelve.
La promesa del siglo XXI era liberarnos gracias a la tecnología. Sin embargo, muchos acabamos atrapados en un scroll sin final, viendo videos de gente hace y dice cosas que ni siquiera nos importan. Estamos hiperconectados, pero igual más solos que nunca. Interactuamos más con los dispositivos que con las personas que se sientan a nuestro lado. Nos mandamos memes para no hablar. Esto no sería precisamente buena comunicación ¿verdad?
Es en este contexto donde el “tiempo de calidad” se transforma en un concepto más aspiracional que real. Ya no basta con pasar tiempo juntos; hay que agendarlo, registrarlo, etiquetarlo. El resultado: pasamos tanto tiempo diseñando la experiencia perfecta que rara vez la habitamos de verdad. Recientemente, en la serie “Bo Burnham: Inside” vimos un retrato irónico y agudo del confinamiento y la sobrecarga digital. Grabado en solitario durante la pandemia, captura esa mezcla de sobreestimulación y aislamiento emocional que define nuestra era. Burnham canta, edita, actúa… pero no logra estar realmente presente. Su desesperación es la nuestra, pero ¿mejor iluminada?
El dilema no es nuevo, pero sí urgente: cómo estar realmente en el presente sin que se nos escape entre las manos. Dicho de forma cómica: el tiempo de calidad sería justo lo que falta cuando respondemos correos durante una cena familiar. Aprovechando las cercanas vacaciones lo podríamos convertir en acto de resistencia, tal vez un acto subversivo. Apagar el teléfono, salir sin GPS, mirar a alguien a los ojos durante más de tres segundos sin distraerse con una notificación. Pequeños gestos que parecen insignificantes pero que, acumulados, construyen algo más duradero que el historial de navegación. Se trata de recuperar la capacidad de estar, no solo de pasar por aquí. Este es el buen deseo de close, ¿practicamos el digital detox este mes en julio?