Desde un cartel publicitario hasta la interfaz de una aplicación en nuestro teléfono móvil, desde el estilo de nuestros zapatos al envase del zumo fruta que bebemos… el diseño está en todas partes. En la sociedad actual, el diseño no es solo una cuestión estética; es un vehículo de comunicación que moldea la forma en que interactuamos con el mundo. Hoy queremos reflexionar sobre cómo, más allá de su funcionalidad (¡hurra por quién diseñó la primera lámpara de mesa, la primera fregona de palo o la primera cafetera express!), el diseño también nos «habla», nos informa, nos ayuda a entender y a relacionarnos con nuestro entorno.
Porque tiene su propio «lenguaje» compuesto de signos, símbolos, colores, formas y estructuras. Este lenguaje, como cualquier otro, posee una gramática que los diseñadores utilizan para generar mensajes. ¿Un rasgo distintivo del diseño? Tal vez la capacidad para comunicar de manera visual, rápida y efectiva. En el mundo en el que vivimos es casi imprescindible, pero siempre lo ha sido. Ahora estamos hablando del diseño en el siglo XXI, pero es algo que existe desde siempre. Desde las pinturas de las cuevas rupestres o, sin ir tan lejos, desde las primeras formas de escritura o los primeros mapas. Sí, pensemos en un mapa, por ejemplo. Un buen diseño no solo muestra ríos o calles, sino que permite navegar, comprender las distancias, las direcciones o las opciones de transporte. La señalización de los lugares con símbolos o colores… todo pensado para que cualquier persona, independientemente de su edad o contexto, pueda interpretar el mensaje y actuar en consecuencia.
Es un lenguaje que simplifica, resalta y transforma la manera en que percibimos el mundo. Por ejemplo, el uso de los colores es mucho más que una cuestión de gusto: cada color comunica emociones y valores específicos. El rojo puede representar urgencia o peligro, pero también pasión y energía; el azul, calma y confianza; el verde, naturaleza y salud. Las marcas más exitosas, como Coca-Cola, Apple o Nike, no solo han aprendido a utilizar estos colores de forma eficaz, sino que han asociado estos elementos visuales a sentimientos que nos conectan con sus productos a un nivel profundo, sin tener que leer un solo texto.
Además, el diseño puede influir en la forma en que nos relacionamos con nuestro entorno físico. La arquitectura, por ejemplo, no solo cumple la función práctica de cobijarnos, sino que también crea ambientes que influyen en nuestro comportamiento. Los electrodomésticos, muebles, instrumentos y herramientas mejoran día a día gracias a un diseño más inteligente. O nos atraen para que los elijamos gracias a un diseño más audaz. Lo mismo con la ropa que vestimos y los complementos, una fuente de mensajes no verbales inacabable.
También en close hemos diseñado nuestro logo, nuestra web, nuestra imagen deseando transmitir ideas y valores que definan nuestro trabajo, nuestra filosofía de vida. A medida que la sociedad sigue evolucionando, el diseño continuará siendo una de las formas más poderosas de comunicación, ayudándonos a interpretar y a movernos por un mundo cada vez más complejo y visual.