Deseando felicidad. De corazón

Uno de los sentimientos más nobles del ser humano es querer la felicidad de quienes nos rodean. En las fechas que se aproximan, se incrementa la costumbre de desear: felicidad, prosperidad, paz… Lo hacemos sin parar y a veces de forma, quizás, demasiado automática y banal. Mirémoslo por el lado bueno: las palabras positivas no están nunca de más. Así que, mientras los primeros mensajes están al llegar, nos viene a la mente cómo ha cambiado, en los últimos tiempos, la manera de felicitar las fiestas. Hace unos años, el buzón familiar rebosaba postales de Navidad. A mí me fascinaban y las guardaba como un tesoro. Más que las de motivos religiosos, me gustaban las de diseño antiguo, con escenas tradicionales.


Al parecer, aunque su origen se remonta a una costumbre de monjes medievales, la primera tarjeta gráfica documentada es del año 1784, cuando un tal W. Dobson dibujó a una familia celebrando la Navidad junto al típico abeto. Más tarde, entre las personas adineradas se puso de moda imprimir litografías personalizadas para enviar a las amistades. La creación del personaje de Santa Claus multiplicó la producción de postales astronómicamente en todo el mundo.

Con los avances tecnológicos, primero el teléfono fijo, luego el móvil y, por último, internet casi desapareció la buena estrella de las postales de Navidad. Hoy en día los mensajes han llegado a grados de sofisticación tan elevados que van más allá de unos emoticonos o unos gifs con animaciones navideñas. Cada uno puede personalizar, incluso con su propio rostro y voz, cualquier fotografía o escena de cine. En confianza: nada como la emoción de abrir ese sobre que olía a bolsa de cuero de los carteros, a frío y, sobre todo, a ilusión.


Desde el blog de Close
, y por muy virtual que sea, queremos desearos lo mejor para estas fiestas y para el Nuevo Año 2022. De corazón.

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